El anuncio del entendimiento que alcanzó el Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por la deuda y la explosiva carta de Máximo Kirchner en contra del acuerdo detonó fisuras en el bloque oficialista del Senado, al punto que ya hay cuatro legisladores que analizan apartarse de la conducción de la vicepresidenta Cristina Kirchner y armar un subloque que se maneje con autonomía.
Los protagonistas de este nuevo capítulo de la novela del Frente de Todos son el entrerriano Edgardo Kueider, el correntino Carlos Espínola, el salteño Sergio Leavy y el jujeño Guillermo Snopek.
Según supo NA de fuentes parlamentarias del oficialismo, los «cuatro mosqueteros» rebeldes no pretenden romper el bloque sino que reclaman ser más escuchados y tener mayor influencia en los debates y en la agenda parlamentaria de la bancada conducida por el formoseño José Mayans. .
La discusión sobre el acuerdo del Gobierno con el FMI ensanchó la grieta, ya que mientras Mayans reclamó conocer la letra chica de la carta de intención antes de decidir sobre el voto, Kueider adelantó en declaraciones radiales que apoyará ciegamente la iniciativa del Poder Ejecutivo.
«Para mí el costo de no pagar significa entrar en default y el default tiene un impacto mucho mayor desde el punto de vista de la economía y también social. Significa por ejemplo que el dólar se va a escapar, va a significar que el peso va a valer menos y que el sueldo de los trabajadores va a valer menos», argumentó el entrerriano.
En sintonía con el kirchnerismo, Mayans abrió el paraguas y le exigió al Gobierno que de a conocer los detalles del acuerdo para evaluar «en qué compromiso nos vamos a meter».
También anticipó que cuando tengan en su poder la famosa «letra chica» recién ahí se realizará un debate interno en el bloque para fijar una postura respecto al voto.
Siguiendo el guión K, Mayans hizo hincapié en que la deuda «es ilegal» y sumó una cuota de suspenso al remarcar que los legisladores fueron electos «para que hagamos las cosas bien».
En tanto, el titular de la bancada oficialista le pidió al Gobierno que ingrese el proyecto por la Cámara de Diputados, para ganar tiempo en el Senado y analizar mejor la jugada a la luz de lo que ocurra en la Cámara baja.
Además, esa hoja de ruta conllevaría el beneficio de postergar las pujas internas que se desatarían en el bloque entre los que están seguros de acompañar la iniciativa y los que tienen dudas.
Y libraría a Cristina Kirchner -quien aún no se pronunció pero es sabido que tiene diferencias al igual que su primogénito- de tener que fijar una postura en lo inmediato.
Ya sea que elija el camino de apoyar o de no acompañar el acuerdo, la vicepresidenta quedará expuesta políticamente, ya que cualquiera de las opciones la dejarán en una situación de incomodidad. .
Pese a la influencia de Cristina Kirchner en el Senado, se presume que el Gobierno lograría con comodidad los votos para aprobar el acuerdo, mientras que en Diputados el panorama pinta un poco más complejo, aunque también prevalecería la intención del Gobierno de Alberto Fernández.
Si el debate comienza en la Cámara baja, como todo parece indicar, la responsabilidad primaria de recolectar los votos recaería en el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y en el flamante jefe del bloque oficialista, el santafesino Germán Martínez.
El diputado Itai Hagman reveló días atrás que habrían cerca de 30 diputados oficialistas que optarían por la abstención.
Las palabras del legislador del Frente Patria Grande, que responde a Juan Grabois, cayeron mal en el entorno de Máximo Kirchner, quien instruyó a los diputados que comparten su visión sobre el FMI a que posterguen cualquier tipo de definición hasta que tanto no tener en la mano la letra chica del proyecto.