A partir de fines del Siglo XIX, la Argentina fue destino de millones de inmigrantes europeos, entre los que se encontraban miles de familias ucranianas, que de manera directa o a través de sus descendientes dejaron una huella imborrable en aspectos que van desde el fútbol hasta la yerba, pasando por la música y la actuación.
La colectividad ucraniana en la Argentina cuenta con alrededor de 450 mil miembros, lo que la ubica como la séptima diáspora de la nación europea a nivel mundial.
Cuatro fueron las principales corrientes inmigratorias provenientes de la nación eslava: 1897-1914; 1920-1939; 1946-1960; y desde 1994 hasta la actualidad.
Al comienzo, la mayoría de esos inmigrantes ucranianos se afincó en el Litoral, básicamente en Misiones, donde incursionaron en la producción de yerba mate. Dos de las más tradicionales marcas, como son Rosamonte y Romance, fueron fundadas por Demetrio Hreñuk (hijo de ucranianos) y Alejo Gerula, nacido en el óblast de Ivano-Frankivsk.
Entre los descendientes de aquellos ucranianos que llegaron al país escapando de la guerra y la miseria hay varios nombres que se destacaron.
Tal vez el más reconocido fue el bioquímico y ganador del Premio Nobel de Medicina en 1984, César Milstein: su padre, Lázaro, fue un ucraniano que llegó a la Argentina en 1923 para trabajar en una colonia campesina y luego se convirtió en viajante de comercio.
El técnico de fútbol José Pekerman, que supo establecer una gloriosa etapa en los seleccionados juveniles a partir de mediados de la década del 90, es otro descendiente de ucranianos: sus abuelos arribaron al país y se instalaron en una colonia agropecuaria de Entre Ríos.
Dentro del mundo de la pelota hay otro apellido con ascendencia ucraniana: el ex mediocampista campeón con Racing en 2001 José Chatruc, quien en alguna ocasión fue tentado para nacionalizarse ucraniano y jugar en la selección de ese país.
El arte no fue ajena a la influencia de la diáspora ucraniana y allí se pueden anotar personajes de destacada trayectoria como la pianista Marta Argerich; el escritor Juan Gelman; el folclorista Horacio Eugenio «Chango» Spasiuk; la poetisa Alejandra Pizarnik; la actriz Cecilia Rot; y el humorista Marcos Mundstock.
El embajador argentino ante los organismos internacionales en Ginebra, Federico Villegas Beltrán, también tiene ascendencia ucraniana: su abuelo materno, Boris Korman, nació en Odesa y se afincó en Santiago del Estero, donde supo ser un importante empresario en el rubro de las concesionarias de autos y las salas de cine.
Los cambios geopolíticos que hubo desde finales del Siglo XIX a la fecha hace que algunos de sus antepasados hayan ingresado al país con pasaportes de otras naciones, pero sus orígenes se remontan a territorios que en la actualidad integran Ucrania.
La embajadora argentina en Kiev, Elena Leticia Mikusinski, lanzó en enero de 2020 un boletín llamado «Descubriendo mis raíces», desde el que la sede diplomática busca dar a conocer las historias de los ucranianos que llegaron al país y sus descendientes.