El Producto Bruto de la Argentina se redujo 12% entre 2011 y 2019, y hace diez años que la economía no crece en forma sostenida, según un informe de la consultora Ecolatina.
Por el contrario, el Producto cayó 16% si se suman 2020 y 2021 -años de pandemia- al análisis (sólo el año pasado la economía descendió casi 10%).
Este comportamiento no fue la norma en la región, donde el PBI per cápita creció 3,6% entre 2011 y 2019.
Resultado de este estancamiento, la Argentina quedó en el puesto 175 sobre un total de 192 países en el ranking de crecimiento de la década en cuestión.
Entre 2003 y 2011, el PBI promedió una suba del 7% anual, habiendo alcanzado en 2005 los niveles pre-crisis de la convertibilidad y expandiéndose en forma genuina después.
Un escenario de superávits fiscal y de cuenta corriente, en un contexto de pagos de deuda externa acotados -a excepción del FMI en 2005- impulsaron a la inversión, que crecía a una tasa interanual de dos dígitos y lideraba la recuperación de la demanda.
Además, un mundo de buenos precios internacionales de commodities, en especial desde 2006, y un dólar competitivo fortalecieron la entrada de divisas y alejaron potenciales expectativas de devaluación.
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Inflación.
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Una inflación que se instaló en la zona del 20% desde 2007 – a excepción de un 2009 de crisis internacional- y un resultado fiscal que se deterioró sistemáticamente impidieron que el crecimiento sostenido perdurara, indica Ecolatina.
La mejora de la demanda interna y la recuperación del salario en dólares impulsaron a las importaciones, erosionando también al superávit de cuenta corriente, que pasó a terreno negativo en 2010.
«Los pilares del crecimiento de la década anterior, entonces, se habían esfumado», advierte el reporte.
En 2011-2012 recrudecieron las tensiones en el mercado cambiario, que se «resolvieron» con el cepo, de manera transitoria y postergando una solución más duradera.
«En lugar de promover correcciones de fondo, las restricciones del mercado cambiario se aprovecharon para abaratar al dólar oficial, impulsando así al poder adquisitivo y el consumo de las familias», señaló el informe.
El objetivo se logró, y este componente de la demanda creció 4% entre 2012 y 2015 -ayudado también por el congelamiento tarifario, que elevó el gasto en subsidios, volviéndolo una porción tan relevante como difícil de sostener del déficit fiscal primario de 2015-.
A la vez, el consumo público también trepó, motivando que el consumo total escalara 6% durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner.
Sin embargo, el resto de los componentes de la demanda se deterioraron (la inversión cayó 8%, en tanto las exportaciones se redujeron 16%) y el PBI de 2015 fue solo 1,5% mayor al de 2011.
Considerando el crecimiento poblacional del período, el PBI per cápita marcó una caída de casi 5% en esta etapa.
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Qué pasó desde el 2015.
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En diciembre de 2015, la economía argentina tenía importantes pasivos por el lado fiscal y cambiario, además de distorsiones relevantes de precios relativos.
No obstante, tenía un activo clave: el bajo nivel de deuda pública relevante -es decir, con acreedores privados y organismos multilaterales de crédito-.
Apalancándose en esta virtud, el gobierno de Cambiemos intentó corregir los desequilibrios heredados y estimular el crecimiento al comienzo de su gestión.
En la primera mitad del mandato logró algo de esto, y el PBI avanzó casi 3% entre 2016 y 2017.
Sin embargo, un acelerado incremento de la deuda en un país que no resolvía sus problemas de fondo frenó el influjo de capitales privados a comienzos de 2018, para luego provocar una salida constante de estas inversiones durante el año y medio siguiente.
Un déficit de cuenta corriente que había alcanzado los USD 30.000 millones en 2017, equivalente a 5% del PBI, y una deuda en moneda extranjera que había crecido USD 80.000 millones en dos años marcaban que la economía argentina necesitaba demasiadas divisas para funcionar; divisas que, al momento, empezaban a dejar de llegar.
En este marco, y para evitar una devaluación todavía mayor – o una vuelta del cepo- el gobierno de entonces recurrió al FMI en mayo de 2018.
El préstamo del organismo multilateral aceleró el proceso de ajuste fiscal, pero limitó severamente las intervenciones del Banco Central en el mercado de cambios, motivando sucesivos saltos del dólar en la segunda mitad de 2018.
En respuesta, se aceleró la inflación, que superó la barrera del 50% anual, y los salarios perdieron casi un quinto de su poder de compra.
El consumo se desplomó y el PBI cayó casi 5% durante la gestión Cambiemos -y casi 8% a nivel per cápita-.
La llegada de la pandemia agravó la situación anterior y las restricciones operativas en una economía con demanda deprimida y sin financiamiento provocaron una caída del 10% en el PBI durante el año pasado.
Se endurecieron sensiblemente las restricciones a la compra de divisas, que ya habían sido reimpuestas en 2019 (y que alejan a los inversores de nuestro país).
«La década estancada, entonces, generó los cimientos para seguir estancados un tiempo más», alerta el informe.
Y advierte que aún si la Argentina creciera los próximos diez años a la tasa promedio a la que creció la región entre 2011 y 2019 (+2,5%), recién en 2032 recuperaríamos el PBI per cápita de 2011.
«Incluso en un futuro auspicios, nos tomará al menos una década para volver a los máximos anteriores», advierte el informe.