Alberto Fernández y Martín Guzmán le aseguran a sus interlocutores que la Argentina ya dio vuelta la crisis provocada por la pandemia, y que así como se recupera con fuerza la actividad, la pobreza hace rato está por debajo del 40% que midió el INDEC para el primer semestre.
Por José Calero*.
«La economía crecerá el 10% este año», repite el presidente de la Nación. «La inflación se desacelerá en el 2022», señala el ministro de Economía.
Lo que falta es convencer sobre ese buen porvenir a quienes toman decisiones de inversión en la Argentina.
Y, sobre todo, a los técnicos del FMI que observan con lupa si los números que les presenta el Palacio de Hacienda «cierran» para garantizar el repago de la deuda.
Las declaraciones de Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI, sobre lo mucho que todavía queda por hacer para llegar a un acuerdo, representaron un cimbronazo, pero Guzmán confía en que la Argentina sigue contando con todo el respaldo de la titular del organismo para lograr un aval para la refinanciación de deuda.
Buena parte de ese tira y afloje se está definiendo por estas semanas.
Los países que mandan en el Fondo Monetario también hacen su lectura política.
La derrota electoral del oficialismo en las últimas legislativas obligará al Gobierno a dar señales de fortaleza de cara a cerrar una negociación muy complicada.
Parte del andamiaje del acto político que se prepara para este 10 de diciembre está vinculado con instalar esa señal de que la Casa Rosada cuenta con el respaldo político y social necesario para encarar la etapa que viene.
Esa etapa incluirá un «ajuste», palabra que el Gobierno busca disimular de todas las formas posibles.
Y una de las claves será el nivel de «comunión» que expresen los discursos del presidente y de su vice, Cristina Kirchner.
¿Habrá señales inequívocas del kirchnerismo de que realmente el presidente es el dueño de la lapicera? .
Es una de las dudas que recorren los mercados por estas horas, y que se revelará en pocos días.
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Economía en crecimiento, pero…
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La actividad económica se recupera este año a un ritmo del 10% anual.
Pero algunas variables económicas, como la inflación por encima del 50%, no ayudan para el objetivo de garantizar un escenario de tranquilidad en el 2022.
Todo lo contrario: las reservas llegaron a niveles mínimos, y el mercado lo sabe y aprovecha desde hace rato con presiones por una devaluación que el equipo económico rechaza de plano.
Cerca de Guzmán, y también del presidente del BCRA, Miguel Pesce, aseguran contar con espaldas suficientes para resistir los embates del mercado. Y recuerdan que ya empiezan a entrar los dólares de la liquidación de la cosecha de trigo.
El ministro de Economía espera además contar con el respaldo necesario para su «plan plurianual para el desarrollo sustentable», que le explicó con lujo de detalles a la CGT, en el reciente encuentro, con acto incluido.
Ese plan, que deberá obtener el consenso del Congreso para que el FMI lo termine aceptando, incluye un recorte del gasto público que, en el idioma que sea, representa un ajuste.
Al menos para consuelo de Guzmán, el kirchnerismo parece haber aceptado finalmente que se empiece a trabajar en la segmentación de tarifas según estratos socioeconómicos, algo que hace meses provocó un rechazo absoluto de las filas de Máximo Kirchner.
Esto permitirá achicar algunos desequilibrios fiscales y poder mostrar menos debilidad en las cuentas públicas a los ojos de los acreedores.
No es poco. Pero la duda es si alcanzará a los ojos de los tenedores de bonos.
Mientras tanto, el Gobierno espera que una auditoría del Fondo Monetario lance una dura crítica sobre el mega acuerdo firmado en 2018 con Mauricio Macri.
Ese acuerdo fallido explica en buena medida las urgencias de estas horas, aunque no son todas las razones de la desconfianza del mercado, donde tienen muchas dudas sobre la capacidad de la coalición gobernante para construir un proyecto atractivo para crecer, bajo un único liderazgo.
(*) Jefe de Economía de la agencia NA.