Días atrás, el diputado nacional del Frente de Todos (FdT) Leandro Santoro, en medio del revuelo que generó dentro de la coalición de Gobierno el acuerdo con el FMI, cuestionó a Máximo Kirchner por haber renunciado como jefe de la bancada oficialista en la Cámara baja primero y luego haber votado en contra del pacto con ese organismo internacional.
Por Emiliano Rodríguez*
Consideró Santoro que se trató de un «error político» por parte del hijo de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, haber tomado esas decisiones, en tanto abogó por «recrear la unidad» para que el FdT llegue «competitivo» a las elecciones presidenciales de 2023 y resaltó la importancia de «ser cuidadoso en las declaraciones para no conspirar contra los intereses partidarios» de su espacio.
Pues bien, si el diputado Santoro, de origen radical y hombre cercano al presidente Alberto Fernández, abrigaba por estos días alguna esperanza de anotarse el año que viene en la carrera por la Jefatura de Gobierno porteña, en las últimas horas Máximo Kirchner se encargó de masacrar cualquier posibilidad de que el FdT logre llevar adelante, en un territorio de por sí adverso como lo es la conservadora ciudad de Buenos Aires, una campaña electoral con ciertas pretensiones de éxito.
El jueves pasado, en ocasión de la voluminosa marcha que realizó el kirchnerismo duro en el marco de la conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el hijo de Cristina se envalentonó en medio de la muchedumbre y en una «entrevista militante», en la que rompió el silencio tras la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el Congreso, cargó de manera furibunda contra los porteños.
Dijo Máximo Kirchner que los vecinos de la Capital Federal, de acuerdo con su particular punto de vista, «tienen la tendencia a votar a aquellos que quieren ocultar» los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura militar. Después de sus comentarios, en los que también se refirió a la interna del FdT, recibió una enérgica respuesta de parte de referentes de Juntos por el Cambio (JxC).
El alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, en plena gira por Europa, criticó al líder de la agrupación ultra-K La Cámpora por sus declaraciones, en tanto el ministro de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri, retrucó sin anestesia: «Agredir, señalar y discriminar a quien piensa distinto y no te vota es más propio de un dictador fascista que de un demócrata».
Hacia fines del año pasado, otra bravuconada de Máximo Kirchner, en aquella ocasión en el Congreso de la Nación, terminó por dinamitar una sesión en la que se discutía el Presupuesto 2022, cuando cargó contra JxC por el endeudamiento con el Fondo durante el gobierno de Mauricio Macri. Sus recientes palabras también podrían condicionar a Matías Lammens, actual ministro de Turismo y Deportes de la Nación, que aseguró que tiene «muchas ganas» de ser candidato a jefe de Gobierno porteño en 2023.
Con relación a la interna en el FdT, el hijo de la vicepresidenta también expresó esta semana: «Uno elige: los estudios de televisión o la calle y la gente». Envió así un tiro por elevación al seno de la coalición oficialista, en medio de la fractura en la relación entre albertistas y cristinistas. Otro dirigente camporista, Andrés «Cuervo» Larroque, funcionario además en el Gobierno bonaerense, fue incluso más allá y directamente ninguneó la figura del presidente Fernández.
La embestida de referentes del kirchnerismo duro contra el jefe de Estado, en un contexto de ruptura del diálogo entre el primer mandatario y la número dos del Poder Ejecutivo nacional, generó ruido en la Casa Rosada, aunque allí en Balcarce 50 se adoptó por estas horas una estrategia de silencio, esperando a que eventualmente se calmen las aguas.
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La amenaza de ruptura, ¿es real?
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El albertismo también tomó nota de la robusta demostración de poder que montó La Cámpora, junto con otras organizaciones K, en ocasión del 24 marzo, fecha que recuerda al golpe de Estado de 1976. De la marcha participaron incluso funcionarios del Gobierno, al igual que el mandatario bonaerense, Axel Kicillof, algunos intendentes y dirigentes kirchneristas que manejan acaudaladas «cajas» en dependencias oficiales, como el caso de Luana Volnovich, en PAMI.
En momentos en los que incluso se especula no solo con cambios en el Gabinete nacional, sino con la posibilidad de que La Cámpora resuelva directamente abandonar la coalición de Gobierno, llegado el caso, y siempre dentro de un contexto hipotético, ¿se animará el cristinismo a dar un salto al vacío y despojarse de fuentes de financiamiento pantagruélicas como PAMI o ANSeS justo antes del comienzo de una campaña electoral?.
¿Saldrán los dirigentes camporistas de los puestos jerárquicos que ocupan en múltiples dependencias del Estado y en empresas como YPF o Aerolíneas Argentinas, entre otras? Algunos de ellos, los más encumbrados, incluyendo al ministro del Interior, Eduardo «Wado» de Pedro, habían presentado -de manera simbólica- su renuncia tras la derrota en las PASO del año pasado, presuponiendo -como finalmente ocurrió- que Fernández no se las iba a aceptar.
¿Pero qué sucederá si finalmente se produce una fractura orgánica del oficialismo, una escisión definitiva ahora?.
Está claro que para el kirchnerismo la unidad -en este caso del peronismo- no se trata de una virtud política en sí misma. Lo aseguró Kicillof días atrás, cuando resaltó la importancia de perseguir objetivos en común dentro del FdT. Sin embargo, en el seno del núcleo duro saben perfectamente que para «hacer política» y lanzarse a una campaña electoral con aspiraciones de éxito se necesita financiación. Es decir, dinero.
En la Casa de Gobierno, mientras tanto, existen quienes creen que evitar el cisma aún es posible. Consideran que si bien daba la sensación la semana anterior de que la relación entre Fernández y Cristina había llegado a un «punto de no retorno», luego la espuma comenzó a bajar y el vínculo entre ambos dirigentes habría ingresado en una «zona gris», con pronóstico quizás alentador.
Claro que dentro de ese «matrimonio por conveniencia» – electoral- que rubricaron la líder del FdT y el ex jefe de Gabinete kirchnerista en 2019 para desbancar a Mauricio Macri como presidente el diálogo permanece interrumpido, lo que aún genera una densa incertidumbre con respecto a «cómo sigue la película» en el corto plazo, más allá de que en Balcarce 50 entienden que «a nadie le conviene romper».
De cualquier modo, la movilización kirchnerista del jueves pasado forzó al albertismo a «recalcular» su estrategia en medio de las tensiones internas, con una primera reacción que fue simplemente mantener un «silenzio stampa» -al menos en los que a repercusiones se refiere- y aguardar a que bajen los decibelios y se serenen los dirigentes cristinistas exacerbados por la contundencia de la convocatoria.
Por lo pronto, quienes sí están preocupados y lo manifiestan en público son los intendentes del Conurbano, los del peronismo tradicional y también los de JxC, ya que consideran que la efervescencia palaciega en la Casa de Gobierno puede impactar de lleno en la gobernabilidad e insisten en la importancia de tomar medidas concretas para combatir la inflación y especialmente la inseguridad en zonas calientes del Gran Buenos Aires.
Hasta jefes comunales justicialistas entienden que tanto la Nación como la Provincia no están «haciendo lo suficiente» para luchar contra el crimen -y mitigar el persistente aumento del costo de vida-, al tiempo que reclaman sentarse a discutir sobre seguridad urbana en mesas de trabajo conjuntas. Nadie mejor que los intendentes para medir el «humor social» de primera mano y justamente por ese motivo expresaron en los últimos días su incomodidad por las peleas en el Frente de Todos.
(*) – Director periodístico de la agencia Noticias Argentinas (NA); erodriguez@noticiasargentinas.com; TW: @efrodriguez012.