El Obelisco quedó corto para los festejos de la gente tras la clasificación de la Selección argentina a la final del Mundial de Qatar, por lo que gran parte de la Avenida 9 de Julio se vio desbordada por una inmensa marea celeste y blanca.
Al igual que en los anteriores partidos, la Plaza Seeber, en el barrio porteño de Palermo fue uno de los epicentros para ver el encuentro por semifinales contra Croacia: un stand con todos los balones de los Mundiales y una recreación del vestuario argentino fue el detalle destacado de esta jornada.
Al tratarse de un día de semana, las pantallas gigantes «salvaron» a más de un oficinista que se retrasó para llegar a su casa. Antes del arranque del partido, en cuestión de minutos un día hábil se convirtió en un feriado: persianas bajas, calles vacías.
Una vez que la pelota empezó a rodar en Doha, nadie más se movió: el que no llegó a su lugar de destino, buscó dónde ver el partido en la calle.
Uno de los que estuvo en Plaza Seeber fue el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. «Vamoooosss Argentina!!! Tremendo orgullo este equipo y el aliento de todos los argentinos.
Esta final es un sueño hecho realidad. ¡Gracias gracias gracias! ARGENTINA, ARGENTINA, ARGENTINA!!!», tuiteó el referente del PRO.
Esta vez, no hubo que sufrir, como sucedió el pasado viernes en los cuartos de final contra Países Bajos: el trámite del encuentro se resolvió rápido y no hubo sobresaltos, por lo que la final ya empezó a sentirse cerca antes de que el árbitro italiano Daniele Orsato pitara el cierre.
Andrés, de 53 años y oriundo de Bahía Blanca, pudo disfrutar el partido «con más tranquilidad, sin sufrir tanto» y de cara a la final del domingo, expresó: «Hay que ganarle al que venga, sea Marruecos o Francia».
Mateo, de 18 años, llegó desde el partido bonaerense de Pilar y, en diálogo con NA, se deshizo en halagos hacia el delantero Julián Álvarez: «Una bestia». Acerca del partido del domingo, se mostró confiado: «Me tengo fe, que venga el que sea, vamos a ganar igual».
A pocos metros de él, Sergio, ecuatoriano de 21 años, celebró como un argentino más: «Es un Mundial sufrido, pero por suerte este partido fue más `tranqui´». «Ahora el domingo le quiero callar la boca a Mbappé», lanzó.
Juan, porteño de 29 años, fue de los pocos que no tuvo tranquilidad: «A pesar del 3-0, tuve nervios». «Para el domingo me da lo mismo. Hay que alentar igual», remarcó.
En caravana, cientos de vecinos de la Ciudad y de otros puntos se dirigieron hacia el Obelisco, punto neurálgico de movilizaciones populares.
Allí, fue lo mismo de siempre, pero potenciado. Una enorme cantidad de gente se congregó rápidamente en la Plaza de la República, con camisetas celestes y blancas. Tal fue la movilización espontánea que la marea desbordó el lugar y ocupó una gran parte de la Avenida 9 de Julio y sus calles aledañas.
Pero los festejos no sólo estuvieron ahí: en el «centro» de cada barrio porteño hubo «piquetes de la alegría», con vecinos saltando y cantando por la clasificación a la final del Mundial de Qatar 2022.
Ese mismo cuadro se repitió en cada rincón del país, ya se trate de ciudades grandes o pequeños pueblos. La Scaloneta tiene un motor de 45 millones de argentinos para arremeter en Qatar y llevarse el preciado trofeo.