El icónico bailarín argentino Julio Bocca consideró que junto con artistas de su generación se esforzaron para conseguir «que la danza sea popular» en el país, un logro que con el correr de los años «lamentablemente se perdió porque nadie siguió con ese legado».
Por Camila Hassan.
Dueño de una trayectoria inigualable y al conmemorarse recientemente el Día Internacional de la Danza, Bocca dialogó con Noticias Argentinas sobre la actualidad de los bailarines, repasó momentos fundamentales de su carrera y analizó el rol de docente que desempeña por estos días.
En la escena cultural doméstica corren tiempos de cambio y Bocca reflexionó al respecto, mirando hacia atrás y trazando una comparación con los años dorados que lo tenían como protagonista estelar: «Conseguimos que la danza sea popular, llenamos estadios, como el Luna Park, hicimos funciones al aire libre con mucha gente», expresó. «Lamentablemente eso se perdió. No hubo nadie que siguiera el legado porque no es fácil, es un trabajo constante que implica estar presente», agregó.
Existe una imagen que quedó guardada en el recuerdo colectivo de la danza argentina: la multitudinaria despedida de Bocca en 2007 en el obelisco porteño, donde se presentó con Eleonora Cassano, Maximiliano Guerra, Cecilia Figaredo y figuras internacionales. El cuadro estuvo acompañado por cantantes, desde Mercedes Sosa hasta la «Mona» Giménez.
«En un momento, en conjunto con Lino (Patalano), Eleonora (Cassano) y Lidia (Segni) hicimos el trabajo de llevar el ballet a la gente. No esperamos a que nos vengan a buscar, sino que salimos nosotros a acercar el arte», recordó.
Tras un Día Internacional de la Danza que encuentra al ballet argentino en pie de lucha por motivos presupuestarios, aunque también buscando mayor difusión y salir del nicho, Bocca rememoró aquella época de mayor popularidad: «Los años que trabajamos afuera, volvíamos, hacíamos giras por todo el país y era una forma de llegar a la gente», dijo.
«El público sabía lo que pasaba en el ámbito de la danza y se hablaba de ballet en el ámbito social. En la actualidad hay un panorama distinto», consignó.
Tras 17 años de vivir en Uruguay (fuera de su última visita que duró dos días), el artista oriundo de Munro regresó a su país natal en la segunda mitad de marzo. Además de cumplir con compromisos personales, brindó clases en el Teatro Colón y en el San Martín: «El intérprete debe estar preparado para hacer de todo entre los repertorios, tiene que ser manuable y estar al 100 por ciento bien en clásico, al igual que en contemporáneo», comentó.
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«La sociedad toma a este arte como un hobby».
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«Me sorprende ver la ductilidad que tiene la gente joven.
Lamentablemente, en nuestro país no concilian quedarse y parten a algún nuevo rumbo porque no hay un trabajo serio a largo plazo», apuntó el artista, de 57 años, y explicó que en Argentina siempre se transita «el momento y esa inestabilidad provoca que el nivel no sea el que tendría que haber, con los grandes maestros que tenemos y el talento disponible».
Conversar con «El Maestro» -como se les suele decir a los grandes artistas-, en su rol de docente es como una «master class» constante. A través de la humildad y mientras habla en tercera persona de sí mismo, transmite su pasión por la profesión: «Este arte es complejo porque la sociedad lo toma como un hobby, no como una elección de vida o trabajo. Hay que hacer entender que lo hacemos porque uno lo ama y se puede vivir de esto también», expresó en diálogo con esta agencia.
«Muchos bailarines lo hacen, uno lo ha hecho y lo sigue haciendo porque amo esto y amo que se haga con calidad, con respeto, con el nivel que tiene que ser, con las condiciones que la danza implica y sobre todo la clásica: estar en forma, tener disciplina constante», enfatizó.
Después de dar clases en Sídney y Tokio, se tomó unos minutos para reflexionar: «Yo sigo con eso porque continúo como maestro, voy a todas las compañías del mundo a trabajar como coach con diferentes obras. Trato de transmitir lo que uno aprendió, que los jóvenes tengan su propia personalidad y no olvidar que la danza es un arte. Somos artistas, no máquinas y eso implica que cada paso o rol que se haga, tiene un significado», subrayó.
En una visión más amplia desde su experiencia, el bailarín hizo hincapié en que «en Argentina nos quedamos bastante atrás» y que lo mismo ocurre en Latinoamérica. «En ocasiones surge algún talento pero, como sabemos, siempre se tienen que ir. En mi carrera, tuve que salir a buscar porque ni el Estado, ni empresas me apoyaron», señaló.
«Cuando hacíamos producciones con el Teatro Argentino, los gastos se costeaban con la venta de entradas y era una jugada de riesgo. Eso también era lindo porque había una especie de misterio detrás que lo hacía más interesante y creo que eso también se perdió. Pero para eso estamos, para seguir en la labor, el apoyo y la búsqueda del respeto de la danza y que se haga con la calidad que merece», contó sin perder el entusiasmo en la voz.
En cuanto a la visibilidad que dispone el ballet en la actualidad, Bocca consideró que los bailarines «tienen mucha más información». Asimismo, recordó algo risueño: «Antes, para ver algo tenías que esperar que alguien tuviera el VHS», dijo, y agregó: «En Argentina tuvimos la suerte de que vinieran grandes compañías y artistas, de esa forma también pudimos ver ballet.
Ahora no sé si pasa eso, pero con la tecnología llegás a ver todo lo que ansiás en el mundo».
«Aparte, ahora en las compañías tenés psicólogo, nutricionista, kinesiólogo, el piso flotante y tantas otras cosas que en nuestra época, en un comienzo, no estaban. El bailarín está más protegido, como tendría que haber sido siempre, pero eso evolucionó con el tiempo», concluyó Bocca.