El aumento de las exportaciones registrado en el primer semestre de 2020 se debe exclusivamente a la mejora de los precios internacionales de los principales bienes vendidos al exterior por la Argentina, ya que en cantidades se registró una caída del 10,3% desde el inicio de la pandemia, en un contexto marcado por un estancamiento que ya lleva doce años.
De acuerdo con el análisis de la Fundación Libertad y Progreso (LyP), ese estancamiento de doce años «responde al deterioro institucional que ha venido sufriendo la economía en las últimas dos décadas, con una economía cada vez más cerrada».
Los datos oficiales aportados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) muestran que en el primer semestre las exportaciones avanzaron un 28,3% en términos interanuales, pero para LyP «la realidad es que la evolución de las exportaciones de Argentina está atada a la suerte de los precios internacionales».
«Hoy las exportaciones de Argentina están presas de lo que ocurra con los precios internacionales. Argentina hace doce años que no logra hacer crecer sus exportaciones en términos de cantidades», señaló al respecto el economista jefe de la fundación, Iván Cachanosky.
En su caracterización del problema, Cachanosky aseguró que «la situación es mucho más grave de lo que parece», ya que «la última vez que los precios internacionales nos jugaron a favor, Argentina creció, en cambio hoy evitan que nos ahoguemos».
La mejora en las exportaciones vino de la mano del repunte de los precios internacionales de las commodities, en especial la soja y el maíz, que más allá de la retracción registrada a partir de junio muestran un nivel superior al de los últimos nueve años.
El planteo de LyP tiene lugar en medio de debate entre el Gobierno por un lado y las empresas exportadoras por el otro acerca de las restricciones, tanto cambiarias como de normativas aduaneras, como la reciente prohibición por treinta días a la exportación de carne vacuna.
En ese sentido, la entidad puntualizó que «el exceso de restricciones e impuestos al comercio hacen que Argentina esté cada vez más aislada del mundo, generando complicaciones para que las exportaciones actúen como motor de crecimiento».
Asimismo, alertó que «si el factor de los precios internacionales se revierte, la balanza comercial de Argentina se vería notoriamente deteriorada», en tanto no crezcan las cantidades.
Para el director de LyP, Aldo Abram, «es lógico que las exportaciones no crezcan en el largo plazo en un país que se ubica 21, entre 192, de los que más exprimen a sus empresas con impuestos, según el Banco Mundial».
El especialista criticó la existencia de «más de 67.000 regulaciones que hacen ineficiente producir», además de «una legislación laboral que incentiva a destruir empleo productivo».
«Las ventas externas sólo aumentan cuando, coyunturalmente, los precios internacionales suben y, como si fuera una marejada, tapan toda esa ‘basura’ que volverá a quedar expuesta cuando el agua se retire», advirtió.
Además, señaló que «todos los que exportan están sometidos a una quita de sus ingresos superior al 40%, que surge de tener que vender sus dólares al Banco Central a un tipo de cambio mayorista artificialmente barato y lo que le saldría volver a comprarlos en el mercado libre legal».
«A eso hay que sumarle las retenciones impositivas, lo que hace, por ejemplo, que un productor de soja reciba menos del 40% de los ingresos que debería». Ante ese panorama, Abram se preguntó «cómo pretendemos ser competitivos», al tiempo que consideró que «hay que olvidarse de que la salida del cepo se dé por más exportaciones» y sostuvo que, por el contrario, «para que estas crezcan en el tiempo, antes hay que salir del cepo».
«La solución pasa por una mayor integración al mundo y por las reformas estructurales necesarias para ganar eficiencia económica, no por el aislamiento», finalizó.