La campaña electoral con vistas a las PASO del próximo domingo 12 de septiembre ingresó en la recta final, en el marco de un escenario político que muestra al Frente de Todos (el Gobierno) y a Juntos por el Cambio apostando por una polarización extrema a partir de una estrategia discursiva que gira en torno al «ellos o nosotros».
Por Emiliano Rodríguez* .
El clima de tensión proselitista entre las dos principales agrupaciones del país se enrareció aún más en las últimas horas después de que Mauricio Macri lanzara una altisonante declaración y fuera acusado de «golpista» por el oficialismo: «O cambian o se van a ir, en el tiempo se van a tener que ir porque han perdido el apoyo», sostuvo el ex presidente.
Si bien la victimización claramente no es un acto reflejo novedoso en la política, los comentarios de Macri en vísperas de unos comicios (primarios, en este caso) arengaron al Gobierno para asumir esa postura, por un lado, y robustecer un discurso electoral diseñado especialmente para confrontar con Juntos por el Cambio, por el otro.
El propio presidente Alberto Fernández plantea una campaña en esos términos, en blanco o negro, sin matices («Nosotros o ellos») y así lo subraya en sus presentaciones en público, en las que insiste con sus críticas al gobierno anterior como si el origen de los principales problemas que agobian hoy a la sociedad argentina se remontara únicamente al período 2015- 2019.
En este contexto, el Gobierno aboga por «no regresar al pasado» (a ese pasado) y el macrismo remarca que «el futuro está en riesgo» con el actual rumbo de la gestión oficialista, mientras que entre ambos extremos, en el «presente» se podría decir, otras ofertas políticas pugnan por romper con la lógica electoral de la «grieta» y llamar la atención de un electorado que muestra marcados rasgos de apatía en los días previos a las PASO.
La sensación que existe es que las próximas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) generan largamente mayor interés y expectativa en la clase política que en la población, cuyas inquietudes más urgentes están enfocadas en llegar a fin de mes y esperar que aminoren los embates de la inflación y de la crisis económica: el nivel de participación y el sufragio en blanco serán dos aspectos para tomar en cuenta a la hora del análisis de la votación del próximo fin de semana.
La pandemia de coronavirus, que golpeó con dureza el estado de ánimo de la sociedad, otorga a estas elecciones que se avecinan características extraordinarias: se trata de un escenario inédito que debe explorar la dirigencia política y más desafiante aún para el Gobierno, ya que mucho más que el avance del plan de vacunación el país no tiene para mostrar en la actualidad como «logro» de la gestión de Fernández.
Muy probablemente por este motivo el Frente de Todos (FdT) haya apostado por la estrategia de la polarización, mientras procura encender una luz de esperanza en la sociedad y se aferra a su propia expectativa de que noviembre sea ligeramente más generoso que septiembre en términos económicos, después de haber conseguido el visto bueno de la oposición para postergar un mes las elecciones de medio término debido a la epidemia de Covid-19.
El Gobierno ajetrea el «fantasma de Macri», con el ex presidente ubicado definitivamente en el centro de la escena en el tramo decisivo de la campaña, de igual modo que Cambiemos, en aquel momento, siguiendo el libreto del «gurú» ecuatoriano Jaime Durán Barba, enfocaba sus energías en rivalizar contra la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner, en 2017 y en 2019, hoy convertida en la líder del FdT.
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Un clima de incertidumbre.
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En 2017, el macrismo se anotó una histórica victoria en las elecciones legislativas de aquel año, confundiendo incluso ese triunfo con un cheque en blanco por parte del electorado luego, y en 2019 cayó primero estrepitosamente en las PASO y luego dando pelea en los comicios generales, en los que Macri no logró finalmente renovar su mandato: dos resultados diferentes para una similar estrategia proselitista.
Claro que en ese momento la crisis económica resultó determinante en el desenlace en los comicios presidenciales y estas elecciones de producirán en medio de una suerte de prolongación de aquel contexto desfavorable, agudizado incluso en los sectores más humildes y postergados de la población con motivo de la pandemia de coronavirus.
Así las cosas, las PASO se celebrarán en medio de un clima de incertidumbre con relación a los resultados que eventualmente arrojen las urnas, y en este sentido, está por verse qué lectura harán en cada búnker de campaña las distintas fuerzas políticas tras su desempeño electoral el domingo que viene por la noche, con la provincia de Buenos Aires como principal foco de atención.
Allí por ejemplo, después de la victoria del FdT en los comicios de 2019 -para gobernador- por más de 12 puntos de ventaja, el impacto y la expectativa que generen las PASO con vistas a las generales del 14 de noviembre próximo no será igual si el oficialismo supera a Juntos por más de cinco, seis puntos o si consigue un triunfo más ajustado. Ni hablar si la sorpresa fuese incluso mayor.
Es más, si ganara el FdT, también en alguno de los dos cuarteles de campaña de Juntos habrá festejo, ya que el vencedor de la interna -Diego Santilli o Facundo Manes- celebrará con su militancia al término del acto eleccionario.
Y en la ciudad de Buenos Aires un intríngulis similar se presenta para Juntos por el Cambio en lo que se refiere a la precandidatura de la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, ya que su desempeño -más o menos exitoso- podría medirse en función de la distancia que obtenga, en el uno contra uno, frente a Leandro Santoro, del FdT.
Si Vidal consigue finalmente convertirse en la postulante más votada, habrá que ver qué distancia logra finalmente con relación a Santoro -que no tiene interna, aparte-.
Finalmente, en medio de un estado de ansiedad en aumento en la Casa Rosada con vistas a las PASO y a las generales del penúltimo mes del año, se comenzó a especular en las últimas horas -fuera de Balcarce 50- con la posibilidad de que el oficialismo, en el caso de sufrir un ruidoso tropiezo en las urnas, pierda el beneficio del «quorum propio» en la Cámara de senadores.
En ocho provincia se pondrán en disputa bancas del Senado en estos comicios de medio término y las miradas están enfocadas en especial en lo que pueda suceder en Córdoba, Chubut, Santa Fe y Corrientes, donde el gobernador radical Gustavo Valdés renovó su mandato el domingo pasado con una aplastante victoria sobre el postulante peronista Fabián Ríos.
De cualquier manera, si bien el FdT podría perder alguna o algunas de las bancas de su bloque de 41 senadores este año, probablemente logre en definitiva reunir como mínimo 38 votos propios, uno más que los necesarios para lograr quorum en la Cámara alta, que preside Cristina Kirchner.
(*) – Director periodístico de la agencia Noticias Argentinas (NA); erodriguez@noticiasargentinas.com; TW: @efrodriguez012.