Despejar la incertidumbre cambiaria, reducir la inflación y bajar la pobreza serán tres ejes claves de la economía que viene tras las elecciones, que se deberán intentar resolver en los dos largos años de mandato que le quedarán a Alberto Fernández.
Por José Calero*.
El Gobierno no acertó en estas cuestiones centrales para la vida cotidiana de la gente, con políticas fallidas que se agravaron en medio de la pandemia.
El fallido más grande estuvo vinculado con los pronósticos realizados para el costo de vida, estimado inicialmente en 29%, y que terminará el año por encima del 50%.
Semejante alza de precios hizo subir con fuerza el costo de la canasta básica, sobre el cual se proyecta la cantidad de pobres en la Argentina.
Se estima que casi 20 millones de personas se encuentran en la pobreza en el país.
La inflación no sólo es impulsada por el alza de los precios internacionales de los alimentos, sino también por una suba del dólar que se aceleró en las semanas previas a las legislativas.
Analistas económicos advierten que las políticas oficiales profundizaron tensiones ya existentes en el mercado.
Y responsabilizan al Gobierno por no haber impulsado correcciones que obligarán a medidas más drásticas en los próximos meses.
Con un dólar blue en $200, y las divisas operadas en el segmento libre en zona de $215, el ministro de Economía, Martín Guzmán, tienen serios inconvenientes para sostener su modelo de economía «tranquila».
El alerta llega también desde las reservas del Banco Central, donde diversos especialistas, como Gabriel Rubinstein, comienzan a advertir que ya están en terreno negativo.
También surgen dudas sobre un nuevo experimento de congelamiento de precios, que por ahora no impidió que en octubre la inflación tocara uno de los niveles más altos del año, y repitiera el 3,5% de suba de septiembre.
A Guzmán se le achica el margen de maniobra para cerrar un acuerdo con el FMI.
La advertencia del presidente Alberto Fernández de que seguirá buscando un buen acuerdo, más allá del tiempo que lleve, empezó a consolidar en el mercado la posibilidad de que no se pueda cerrar esa renegociación para marzo próximo.
En medio de esos desafíos, el jefe de Estado busca transmitir optimismo y señala que la economía ya crece al 9% este año.
Es una fuerte recuperación, pero los pronósticos para el 2022 son muchos menos optimistas y hablan de una suba del Producto Bruto inferior al 4%.
La recuperación se nota con fuerza en la industria y la construcción, y también en la actividad petrolera en Vaca Muerta, pero aún no llega con la misma intensidad a otros sectores de la economía.
Inversores, empresarios y economistas coinciden en que uno de los principales problemas de la Argentina es la «brecha cambiaria».
La misma lectura estarían haciendo los técnicos del FMI, que abordaron esta cuestión más de una vez en las reuniones con Guzmán.
La distancia superior al 100% entre la cotización mayorista y el dólar blue, desalienta las inversiones extranjeras.
En el año la brecha saltó del 69% al 112%, y la tendencia a la dolarización de ahorros se profundizó.
En materia inflacionaria, el 50% de inflación proyectada para este 2021 dejaría un arrastre muy grande para el 2022 y, de no haber cambios, podría impulsar al 60% el costo de vida del año próximo.
Analistas observan que uno de los principales desafíos de la etapa posterior a las elecciones será unificar criterios en la alianza gobernante.
Señalan que si no existe unidad en el discurso será muy difícil para el gobierno transmitir a los agentes económicos una expectativa de ordenamiento de las principales variables.
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Dólar, sin freno.
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A pesar de que el superávit comercial rondará este año los USD 15.000 millones, de que la Argentina recibió del FMI cerca de USD 4.300 millones y no se le debió pagar a los acreedores privados por el canje de deuda, la divisa norteamericana continúa siendo un problema, que mete presión sobre los precios.
En menos de dos años, el Gobierno ajustó quince veces el cepo cambiario para tratar de revertir la suba del dólar.
En una de las últimas medidas, le impidió a los bancos comprar divisas al menos hasta el final de noviembre.
El riesgo país llegó a las elecciones legislativas en un nivel muy alto, de 1.750 puntos.
Los intentos por frenar el alza de la divisa también tienen un costo alto a nivel de las intervenciones del Banco Central en el segmento de dólares financieros, donde vende títulos públicos.
Se estima que ya destinó unos USD 2.500 millones sólo a tratar de apaciguar ese mercado donde operan grandes jugadores.
A pesar de semejante intervención, la brecha entre la cotización oficial y la del Contado con liquidación libre, saltó del 70% al 115%.
Los ahorristas se volcaron a la «dolarización» a través del dólar blue, el MEP, el contado con liquidación o, más sofisticados, los CEDEAR, por los cuales se compran con pesos acciones de empresas que cotizan en Wall Street.
Pero los inversores y bonistas coinciden en que la mayor preocupación para el escenario poselectoral es qué ocurrirá en la negociación con el FMI.
Son notorias las diferencias de criterio respecto del tipo de acuerdo que busca alcanzar, sobre todo respecto de los plazos para repagar la deuda.
El kirchnerismo insiste en que se firme un convenio con el plazo más largo posible, si es posible a 20 años.
En el FMI aclaran que el mayor plazo que se puede otorgar es a diez años.
La diferencia es abismal, y deja abierto el interrogante sobre si la Argentina se encamina a un default o mantiene abierta la chance de cerrar algún tipo de acuerdo con el organismo.
El problema es que si el acuerdo se termina sellando en términos similares a los que se podrían haber obtenido hace un año, el país habrá perdido en vano un tiempo precioso, y también reservas, lo cual amplía los interrogantes a futuro.
(*) Jefe de Economía de la agencia NA.