La crisis económica que se venía cocinando a fuego lento a finales de los noventa, profundizada por el «corralito» del gobierno de Fernando de la Rúa, estalló finalmente el 19 de diciembre de 2001 y desató un terremoto institucional por lo que terminaron desfilando cinco presidentes en sólo diez días.
A pesar de la renuncia del ministro de Economía Domingo Cavallo, en horas de la madrugada, un discurso del mandatario De la Rúa por cadena nacional sobre la continuidad de las medidas de ajuste fiscal generó una protesta en Plaza de Mayo, replicada también en la Quinta de Olivos y el Congreso.
Manifestantes enfrentaron a la primera ola de represión en Plaza de Mayo, frente al vallado de la Casa Rosada durante la calurosa noche del 19 y la situación se prolongó durante el 20, hasta que se produjo la renuncia del Presidente, materializada con la icónica imagen del helicóptero.
En ese marco, gobernadores peronistas que habían sido invitados por el mandatario puntano Adolfo Rodríguez Saá para inaugurar el aeropuerto de Merlo, en San Luis, convirtieron esa actividad en un cónclave político de urgencia.
Allí coincidieron Carlos Reutemann (Santa Fe), Gildo Insfrán (Formosa), Néstor Kirchner (Santa Cruz), el senador Eduardo Menem (La Rioja) y Ramón Puerta, presidente del Senado (PJ) quien al día siguiente debió asumir temporariamente la Presidencia de la Nación (la Vicepresidencia estaba vacante por la renuncia de Carlos «Chacho» Álvarez).
Durante el cónclave, los mandatarios peronistas acordaron que Rodríguez Saá asumiera a las pocas horas un gobierno de transición y convocara a elecciones para el 3 de marzo.
«Vine de Misiones, estaba perfectamente al tanto de las dificultades, había renunciado el día anterior Cavallo y ahí ya hubo disturbios importantes. Pero recién el día 20 me di cuenta de que iba a ocurrir la renuncia de De la Rúa por la televisión. Me pareció algo completamente errado de su parte y entonces lo llamé inmediatamente, me atendió y si bien no dijo que iba a renunciar en ese discurso, no daba a entender otra cosa. Yo le ratifiqué que le íbamos a votar todas las cosas que él necesite (y a libro cerrado)», recordó Puerta en una entrevista.
Y agregó: «Le pedí que le dijera al país qué leyes quería, que se hiciera cargo de eso y nosotros se lo íbamos a votar (…) Evidentemente le preocupaba la situación del país pero también su situación anímica».
Según estaba previsto, Rodríguez Saá iba a ser presidente por 60 días, luego de haber sido nombrado por la Asamblea Legislativa como presidente provisional el 23 de diciembre, pero en los días posteriores, los gobernadores notaron que el puntano buscaba quedarse hasta completar el mandato de De la Rúa, es decir casi dos años más.
Al asumir, Rodríguez Saá dio su famoso discurso en el que anunció la cesación de los pagos de la deuda externa para que su legitimidad fuera revisada por el Parlamento, es decir declaró el default.
En los días siguientes, el puntano realizó una serie de reuniones y con sus asesores afinó los números de lo que sería el presupuesto nacional para el año próximo.
En ese lapso además abrió diálogos con los piqueteros, con las Madres de Plaza de Mayo, con los sindicalistas de la CGT y habló con algunos líderes mundiales, entre ellos el mandatario estadounidense George W. Bush.
También llegó a proponer un plan para la creación de un millón de puestos de trabajo, un proyecto de presupuesto no deficitario con una profunda austeridad de la administración pública y una moneda no convertible a la que llamó el «argentino», como alternativa a la devaluación del peso que pedían distintos sectores.
Pero al mantener las restricciones para el retiro de fondos de los bancos, se producen nuevos incidentes callejeros y, en medio de la fuerte puja interna del peronismo y de la falta de margen de maniobra que se le dejaba, «el Adolfo» se quedó sin el apoyo de sus ex colegas y se vio obligado a regresar a San Luis y renunciar en un mensaje por televisión el 30 de diciembre.
Puerta debía volver a quedar como Jefe de Estado interino pero renunció a la Presidencia del Senado, y asumió, por un día, el titular de Diputados, Eduardo Camaño.
Al día siguiente, 1° de enero de 2002, se realizó la Asamblea Legislativa que convocó de urgencia Camaño y que designó como presidente provisional a Eduardo Duhalde, quien gobernó hasta el 25 de mayo de 2003 cuando asumió Néstor Kirchner tras haber sido electo el 27 de abril.
Fue así como, desde el 19 de diciembre hasta el primer día de 2002, cinco fueron los presidentes que ingresaron y se fueron de la Casa Rosada (De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde), en medio de una de las crisis institucionales más recordadas del país.
Los dos más fugaces, que no llegaron a estar más de 48 horas en el cargo, Puerta y Camaño, renunciaron desde el primer momento a la pensión vitalicia por haber sido presidentes.
Camaño incluso envió la renuncia a ese beneficio al escribano General de Gobierno y presentó un proyecto de ley para que, en el futuro, nadie que ejerza la Presidencia interinamente pueda acceder a esa pensión.
«No me senté (en el sillón presidencial) para recibir una jubilación. Me senté porque no había quién se sentara», sostuvo en un reportaje radial que brindó en enero de 2002.
En tanto, Rodríguez Saá, quien estuvo una semana en el Sillón de Rivadavia, decidió cobrar esa jubilación de privilegio, que a mediados de 2017 era por un monto de 158.334 pesos, aunque luego siguió actualizándose como consecuencia de la inflación.