La crisis de 2001 dejó un recuerdo imborrable en el ADN de los argentinos, por el dramatismo que se vivió en las calles, por la desesperación frente a los problemas económicos y la frustración que sintieron los ciudadanos cuyos ahorros quedaron atrapados en el «corralito».
Y el guionista y director de cine Sebastián Borensztein llevó ese recorte de la historia nacional a la pantalla grande con «La odisea de los giles».
La película protagonizada por Ricardo Darín, el Chino Darín, Luis Brandoni, Verónica Llinás y un gran elenco refleja el desasosiego en el que se vio inmerso un grupo de vecinos a perder todo el dinero que habían juntado con la esperanza de mejorar el lugar en el que vivían.
El escenario fue Alsina, provincia de Buenos Aires, donde el ex futbolista Fermín Perlassi (Darín) y su mujer, Lidia (Llinás), con ayuda de su amigo Antonio Fontana (Brandoni) se atreven a soñar en grande.
Era agosto de 2001 y para generar empleo y mejorar la vida de los vecinos comenzaron a fantasear con la idea de montar una cooperativa para volver a poner en marcha La Metódica, una acopiadora de granos que llevaba más de una década abandonada.
«Este es el mejor momento, peor no nos puede ir, ¿qué más nos puede pasar?», plantea Fermín, sin sospechar que la esperaba un cimbronazo a sus bolsillos a la vuelta de la esquina.
Así, lograron que una decena de vecinos le cedieran, esperanzados, los ahorros de su vida en dólares.
Sin embargo, un día antes del fatídico 3 de diciembre en el que el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo anunció las medidas que impedían que los ahorristas accedieran al dinero de los bancos -el tristemente célebre «corralito»-, Fermín cae en una estafa.
Había juntado un poco más de la mitad del dinero que necesitan para empezar y quería acceder a un crédito para mejorar su inversión, motivo por el que Alvarado (Luciano Cazaux), el gerente del banco, le sugirió que depositara todos los dólares en su caja de ahorro.
«El conocimiento es poder… El que tiene el dato, tiene el poder. Y el que no tiene idea, después de dudar un poco, le hace caso al gerente de banco en el que confió todo la vida. Deja de ser un gil y se convierte instantáneamente en un tremendo pelotudo», reflexiona el personaje de Darín, que días más tarde descubriría que cayó en la trampa y que el hombre se había hecho de los billetes que tanto le había costado juntar.
Al igual que otros tantos argentinos, estos vecinos necesitaban una revancha, motivo por el que lejos de quedarse de brazos cruzados, se animan a idear un plan para recuperar lo que nunca deberían haber perdido.
«Se trata de este grupo de vecinos que decide tomar el toro por las astas porque sabe que nadie va a hacer nada por ellos. Eso es lo que llamamos justicia poética. A mucha gente le hubiese gustado decir:
´Voy a recuperar lo que es mío´», reflexionó el director que llevó adelante el film basado en «La noche de la usina», de Eduardo Sacheri, novela ganadora al premio Alfaguara en 2016.
Con la venganza como hilo conductor, la película fue seleccionada para participar en la 44ta edición del Festival de Cine de Toronto en la sección Special Presentations y obtuvo el premio a la Mejor Película Iberoamericana en la 34ta edición de los Premios Goya.
En las salas de cine también le fue muy bien. Y no hay dudas de que más de un espectador se habrá sentido reivindicado por la forma en la que «los giles» se plantaron para revertir una injusticia.