El apellido Maradona y la Selección argentina están unidos principalmente por el Diego y aquel histórico Mundial de México 1986, pero su hermano Hugo, fallecido hoy a los 52 años, también dejó su marca con la camiseta celeste y blanca y con un título para las vitrinas de la AFA conseguido en una final contra Brasil en la que el Turco fue la figura.
Abril de 1985. Faltaba poco más de un año para que el 10 dejara definitivamente su nombre escrito en la historia mundial: él jugaba en el Napoli y su hermano menor, buscaba continuar por el mismo camino en el Argentinos Juniors que dirigía José «Piojo» Yudica.
Mientras el primero de los varones del matrimonio entre Don Diego y Doña Tota se erigía como el gran capitán de la Selección de Carlos Salvador Bilardo, el menor de los Maradona también lucía el brazalete con la celeste y blanca pero en el Sub 16 comandado por Carlos Pachamé.
El Turco Maradona había sido convocado para jugar el Sudamericano de la categoría juvenil: el objetivo era clasificar al Mundial juvenil que se iba a disputar en China dos meses después. Los pibes argentinos jugaron el torneo (un todos contra todos) con un elevado nivel futbolístico que se notó en cada uno de los resultados: 5-0 a Venezuela; 4-0 a Ecuador; 4-0 a Colombia; 3-1 a Chile; 3-0 a Perú; 5-1 a Uruguay; y 5-1 a Bolivia.
El conjunto de Pachamé ya estaba clasificado para el Mundial Sub 16 de China, pero quedaba la frutilla del postre: el último partido contra el Brasil de Homero Cavalheiro, que también había ganado todo lo que había jugado. El clásico sudamericano juvenil se disputó el lunes 22 de abril de 1985 en el Estado José Amalfitani, con entrada gratuita.
El partido comenzó cuesta arriba para los locales, que vieron cómo Natalino abrió el marcador a los 9 minutos del primer tiempo.
Pero los pibes de Pachamé no se quedaron atrás y mostraron lo que habían lucido en los otros encuentros: toque, juego y, sobre todo, viveza.
Tan solo dos minutos después de que el delantero brasileño inflara la red del arco defendido por José Miguel, Lorenzo Frutos se quedó cerca del arquero Luiz André, que había agarrado un pase atrás, en ese entonces permitido. La intención del atacante argentino era molestar al guardavallas verdeamarelo, quien no soltó el balón a tiempo y vio cómo el árbitro sancionaba un tiro libre indirecto en el área por considerar que había hecho tiempo.
El Turco Maradona llegó rápidamente al lugar, le tocó la espalda a Frutos para pedirle la pelota y así, ante la actitud todavía quejosa de los visitantes, la Selección juvenil logró el empate. Pero, Brasil era (y es) Brasil. Sólo ocho minutos duró la igualdad en el marcador, ya que William volvió a poner en ventaja a los de Homero Cavalheiro desde los 12 pasos y así quedó el resultado hasta el entretiempo.
Después del descanso y el cambio de lado, los de Pachamé, con Hugo Maradona como figura y con Fernando Redondo como su gran socio en el mediocampo, siguieron yendo en busca del título, que se definía en ese partido a cancha llena.
Con ese empuje, Pedro Sallaberry le dio la pelota al Turco en la esquina del área: ahí el menor de los Maradona se dio vuelta y pateó directo al arco. El remate se clavó en el ángulo superior izquierdo de Luiz André y el rebote fue conectado por Frutos, que de cabeza puso las cosas 2-2 en la cancha de Vélez: iban 54 minutos.
Con la firme intención de coronarse (de local y contra Brasil), los pibes argentinos controlaron los avances brasileños y siguieron yendo contra el arco rival. A los 67, nuevamente Frutos y Maradona se asociaron para dejar en ridículo a la defensa verdeamarela: el delantero de San Lorenzo habilitó al de Argentinos Juniors con un pase de cabeza sobre la banda izquierda del ataque argentino y ahí el Turco mostró que de Maradona no sólo tenía el apellido.
El hermano menor del 10, que usaba la 9 en aquel juvenil, entró al área y con un regate espléndido dejó a un rival en el piso, lo que lo dejó con el arquero Luiz André como próximo objetivo: el remate fuerte y rasante entró pegado al palo derecho e hizo delirar a todos.
El Turco pegó una veloz corrida hacia el banco para celebrar lo que sería el 3-2 definitivo que le daría el título sudamericano a esos pibes y volvería a poner al apellido (y la habilidad) Maradona en las páginas gloriosas del fútbol argentino.
Años después, cuando estaba por concluir su carrera futbolística, el menor de los hijos de Don Diego y Doña Tota aún recordaba aquella noche y elegía a ese último gol como uno de los mejores de su recorrido: «Lo que fue la jugada, la emoción de ese gol».