La interna del Frente de Todos logró el punto máximo de temperatura con la formalización de la sorpresiva renuncia de ministro de Economía, Martín Guzmán, vía redes sociales, mientras la vicepresidenta Cristina Kirchner desarrollaba su discurso en Ensenada.
Guzmán era de los pocos hombres que le quedaban al presidente Alberto Fernández en el Gabinete que Cristina, a través de lo que definió como una «acción generosa», le otorgó «la libertad» de definir.
Los rumores de renuncia resonaron con fuerza en la semana, y a pesar de que el aquel entonces ministro se encargó de desestimarlos y de reafirmarse en el cargo, bastaron algunos días para la oficialización, por medios de la presentación de una carta, que hizo pública en sus redes sociales, en la que detalló los movimientos de la cartera que supo conducir y concretó su paso al costado.
A diferencia del portazo del ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas, otro de los nombres de la lista de cercanos del mandatario, que debió dar un paso al costado tras las críticas de la Vicepresidenta, Guzmán, fiel a su estilo, lo hizo mediante una carta de siete páginas en la que deja entrever la necesidad de consensuar posiciones con el kirchnerismo, sector que enfrenta al jefe de Estado.
Los motivos difieren, y la comunicación oficial escasea, pero hay algo que es claro: el apadrinado por Joseph Stiglitz se cansó de las presiones de la vice y de sus funcionarios que contribuyeron a limitar sus decisiones anunciadas, como la negociación por la refinanciación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la segmentación de tarifas, y una larga lista.
Según pudo saber NA, el jefe de Estado se enteró de la renuncia de su ministro en horas del mediodía cuando el entonces funcionario nacional lo llamó por teléfono para transmitirle su decisión.
En ese momento, Alberto Fernández se encontraba en un almuerzo familiar junto a su pareja Fabiola Yañez cuando el llamado lo sorprendió con una noticia que lamentó profundamente.
Ya sin Kulfas, que hizo pública una misiva en la que cuestionó con dureza a la fuerza que responde a la Vicepresidenta, y a quienes acusó de beneficiarse con las licitaciones de la obra de gasoducto Néstor Kirchner, y sin Guzmán, el arquitecto del acuerdo con el FMI, la Vicepresidenta conquistó lo que buscaba, deshacerse del equipo económico diseñado por el mandatario.
Con los cañones apuntando a Claudio Moroni, ministro de Trabajo, el último de «los funcionarios que no funciona», Alberto Fernández perdió el poco apoyo con el que contaba dentro de su propio Gobierno.
Con la renuncia de su funcionario estrella no perdió un hombre más sino un elemento de resistencia a los embates -políticos y económicos – del kirchnerismo que se profundizan todos los días.
Pero además, se deshace del principal negociador del acuerdo con el FMI, factor de disrupción entre las partes de la coalición.
La actual situación en la que se encuentra el Presidente lo obliga a recapacitar sobre el aislamiento y la soledad que lo atraviesa al interior del gabinete que comanda, y además, lo insta a analizar el pedido constante de propios y ajenos: reflotar el diálogo con Cristina Kirchner para delimitar y consensuar las estrategias para lo que queda de gestión.
«Desde la experiencia que he vivido, considero que será primordial que trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me reemplace, que tendrá por delante esta alta responsabilidad, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descriptos y hacer frente a los desafíos por delante», escribió Martín Guzmán en un pedido que cuenta con más de una voz dentro del Frente de Todos.