Mientras que los movimientos sociales y centrales obreras cercanas al kirchnerismo pusieron el grito en el cielo con el anuncio de la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, debido a que no tiene en agenda el Salario Básico Universal, sumado al paquete de medidas de reducción del gasto público, La Cámpora se aferra a un pacto de silencio y evita «rayarle el auto» al Gobierno.
Es sabido que la agrupación comandada por Máximo Kirchner repudia cualquier política que tienda a la moderación del gasto en el actual contexto de crisis económica.
Sin ir más lejos, en su última aparición pública en Escobar, el jefe camporista cruzó duramente a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, quien había afirmado que en Argentina eran necesarias «acciones dolorosas» para estabilizar la economía.
El 31 de enero, el titular del PJ bonaerense había abandonado la conducción del bloque oficialista en la Cámara de Diputados en desacuerdo con el rumbo de las negociaciones de refinanciación de la deuda con el FMI y las condiciones que este organismo multilateral de crédito le impuso al país en términos de ajuste fiscal.
Y, desde antes de la derrota electoral del año pasado, Guzmán estuvo en la mira de la agrupación kirchnerista por la subejecución presupuestaria en medio de la crisis profunda que dejó la pandemia, y por su intención de incrementar las tarifas, por la que llegó a pedir la cabeza de funcionarios camporistas en áreas energéticas.
¿Por qué si ahora Batakis montó una puesta en escena con ministros del Gabinete económico para anunciar la continuidad y profundización del ajuste iniciado tímidamente por Guzmán, no sale, por ejemplo, Andrés «Cuervo» Larroque -el fronting designado por Máximo para marcarle la cancha al Gobierno- a disparar contra esa política que considera errada?.
La respuesta es clara: la tregua que rubricó la vicepresidenta Cristina Kirchner con el presidente Alberto Fernández y el titular de Diputados, Sergio Massa, tras meses de incomunicación, pases de factura y operaciones cruzadas, obliga a La Cámpora a circunscribir sus críticas al debate interno, sin filtrar reproches a la prensa.
Después de todo, el nombramiento de Batakis estuvo avalado por la líder de Unidad Ciudadana en esas febriles negociaciones que se dieron el fatídico fin de semana en el que Guzmán comunicó su renuncia por Twitter a través de un documento de siete carillas.
Los discursos posteriores de Máximo y Cristina Kirchner fueron medidos, componedores y hasta compasivos con el Presidente por el desplante de Guzmán. A Batakis ni la mencionaron. Todavía no le picaron el boleto.
No se sabe hasta cuándo durará esa tregua temporal, pero lo más esperable es que, cuando la paz interna -agarrada con alfileres- expire, La Cámpora vaya con todo contra la ministra, que llegó al Gabinete a propuesta del presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Llegado a ese punto, la agrupación kirchnerista podrá aducir que jamás había salido a respaldar a Batakis.
La vicepresidenta y La Cámpora funcionan en un eje vertical.
Cuando Cristina Kirchner le ponga punto final a la tregua, por consiguiente la agrupación de su hijo se considerará en libertad para dar a conocer su veredicto sobre Batakis y la política económica. Ella da la señal de largada y los demás corren. Así funciona el dispositivo del kirchnerismo oficial.
Los demás kirchneristas no están atados a esta disciplina y por eso aparece, por ejemplo, un Hugo Yasky de la CTA anticipando movilizaciones sindicales contra las medidas de austeridad y a favor de acciones para mejorar en términos reales los bolsillos de trabajadores informales y formales. O un Juan Grabois, sin pelos en la lengua, comparando a la ministra con el ex ministro de Economía del menemismo Domingo Cavallo. .
«En parte, es entendible darle una señal a los mercados para parar la inflación, pero en general no estamos de acuerdo con buena parte del contenido de lo que dijo Batakis», señalaron a NA fuentes de La Cámpora.
Y agregaron: «No queremos rayarle el auto al Gobierno ahora que pudimos recuperar algo de diálogo, aunque creemos que de parte de la ministra hace falta también un mensaje a los laburantes y jubilados».