El ataque a la vicepresidenta Cristina Kirchner trajo, como efecto político, la sensación de unificación del Frente de Todos.
Tras el intento de magnicidio de la ex presidenta, las filas institucionales que conforman el oficialismo mostraron un mensaje homogéneo de apoyo.
Eso se tradujo posteriormente en diversas movilizaciones y pronunciamientos en la calle.
Sin embargo, no todas tuvieron como protagonistas a algunos socios de peso de la Casa Rosada.
En este último rubro se encuentra la Confederación General del Trabajo (CGT).
Si bien la central obrera tuvo celeridad a la hora de pronunciarse en respaldo a la titular del Senado tras lo sucedido, lo que se sumó al gesto que el sindicalismo también había tenido – comunicado mediante- durante los días álgidos por el futuro judicial de la presidenta del Senado en la causa Vialidad, no tuvieron un rol central.
Tanto en las diversas concentraciones de Recoleta como la gran marcha en la de Plaza de Mayo se evidenciaron una impronta militante muy por encima de la liturgia sindical peronista clásica.
Claro, la CGT puso su sello y la cabeza central del triunvirato, Héctor Daer, acompañó a la tropa oficialista en el escenario donde la actriz Alejandra Darín leyó el documento en repudio al atentado.
También, seccionales y dirigentes del cegetismo movilizaron, pero no hubo una orden ni un plan orgánico desde arriba.
Esto, en paralelo, desnudó las claras diferencias que existen en la cúpula de la CGT.
El dirigente opositor, pero un viejo peronista de raza y ex miembro del propio kirchnerismo Miguel Ángel Pichetto describió que el Gobierno los últimos días había acudido a «los sectores progresistas y de la cultura», algo que quedó plasmado de alguna forma en la marcha de la Plaza de Mayo, además de encumbrarse en los sectores de derechos humanos.
La definición no pareció estar muy lejos de la mirada de la llamada burocracia sindical, que tiene mayoría en la CGT.
Representado por los grupos de los «Gordos», «barrionuevistas» e «independientes», la posición de los dirigentes más conservadores volteó toda chance de que el sindicalismo unido salga a las calles a protestar en defensa de la vicepresidenta.
«Estado de alerta» y «cautela», fueron las definiciones esgrimidas pro la central obrera.
De hecho, no se llegó a realizar la reunión de consejo directivo que estaba pautada para discutir esa posibilidad.
Fue un triunfo de los cogobernantes Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (Estaciones de Servicios), que comparten tanto años de antigüedad como estilos en el arte de la conducción sindical – además de una distancia prudencial respecto a las formas de Cristina-, por encima de la voluntad del tercer triunviro, Pablo Moyano (Camioneros).
El heredero mayor del clan familiar, apoyado por un sector que busca tomar la posta de las acciones de la CGT, abogaba por una postura más activa y combativa en apoyo a la vicepresidenta.
Sin embargo, su propuesta fue desechada antes de ser tratada, lo que resultó un nuevo desencuentro con la «vieja guardia» y un golpe para su ascendente figura dentro del universo sindical. .
En el último tiempo, Pablo Moyano y los suyos tejieron alianzas con organizaciones de la primera línea kirchnerista, como es La Cámpora, y también con gremios cercanos a Cristina Kirchner, como la CTA de Hugo Yasky, del gremialismo «alternativo» que nació en los noventa en contraposición a las formas de conducir por entonces del sindicalismo peronista de la CGT. .
La postura de movilizar del secretario adjunto de Camioneros era lanzada por Omar Plaini (Canillitas), Héctor Manrique (SMATA), y el nuevo ministro de Trabajo del gobierno de Axel Kicillof en la provincia, Walter Correa (Curtidores).
Además, se manifestaron en favor Sergio Palazzo (Bancarios), Vanesa Siley (Judiciales) y Abel Furlán, quien hace pocos meses desplazó al histórico Antonio Caló de la UOM.
Sin embargo, al peso histórico del llamado sector de «los Gordos» (Daer y Armando Cavalieri, de Comercio) y de «los barrionuevistas» (Acuña), la balanza se terminó de inclinar con la facción de «los independientes», liderada por Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias).
«Debemos mantenernos unidos para ponerle un límite social a la confrontación política», fue la frase con la que bajaron el martillo.
El calendario marca que el próximo compromiso en las calles de la CGT es el 17 de octubre, Día de la Lealtad Peronista.
Ahora, el sindicalismo se enfoca en la «agenda laboral», que tiene como ejes la inflación, el debate por un nuevo sistema mixto entre paritarias y bonos para aumentar sueldos, y en el programa económico de Sergio Massa, que hizo tambalear los fondos públicos para las obras sociales gremiales.
En un mes, se sabrá si el sindicalismo también marchará ese día en nombre de Cristina Kirchner.