El caluroso sábado 10 de noviembre de 2001, el astro Diego Armando Maradona tuvo su partido homenaje, en un desbordado estadio «La Bombonera» y rodeado de figuras de todo el mundo, ante quienes pronunció uno de sus más recordados discursos, con una frase icónica que lo acompañó incluso después de su muerte.
Entre lágrimas, con la voz quebrada por la profunda emoción que vivió en las jornadas previas y ese mismo día en la cancha de Boca, el «Diez» hizo un repaso por sus equivocaciones, pero separó a la pelota y al fútbol, como deporte, de esos errores que marcaron su carrera y su vida.
Una vez que terminó el partido, donde Diego convirtió tantos para ambos equipos -los dos de penal- y usó la camiseta de Juan Román Riquelme -había debutado cinco años antes ese mismo día- para hacer estallar a los hinchas del «Xeneize» que estaban presentes, el astro se subió a un pequeño escenario y, parado frente al micrófono, provocó un silencio difícil de olvidar para quienes estuvieron ese día, por la expectativa que había en su palabra.
Maradona no había charlado ni siquiera con su amigo y mánager Guillermo Cóppola sobre lo que diría, pero todos sabían y esperaban frases contundentes e ingeniosas, como estaba acostumbrado el campeón del mundo con la Selección argentina en 1986.
«No sé cómo pagarles por esta alegría. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes y creo que lo logré. Esto es demasiado para una persona», empezó Diego, que continuó: «No hay cancha como ésta, un templo del fútbol. Le agradezco a Dios que haya creado la Bombonera y que me haya hecho de Boca».
Pero el cierre, quedó inmortalizado por encima del resto de sus palabras y se hizo una frase eterna que acompañará a todos los relacionados con el deporte: «El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. De eso que no le quepa la menor duda a nadie.
Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».